martes, 3 de noviembre de 2009

Experimentación animal


Cientos de millones de animales no-humanos son utilizados cada año en pruebas de toxicidad, como recursos de aprendizaje en las facultades o modelos de investigación en diversos laboratorios de todo el mundo. Ratones y ratas, hámsters, conejos, gerbos, perros, gatos, cerdos, vacas, ovejas, reptiles, truchas, monos rhesus, diversos pájaros y muchos otros padecen nuestros experimentos de biología, bioquímica, fisiología, psicología… Les inoculamos virus, alteramos su material genético y matamos a las madres cuando están embarazadas para estudiar sus fetos, les sometemos a privaciones de comida o a descargas eléctricas para comprobar su resistencia, les quemamos vivos, les aplicamos sustancias irritantes en los ojos y en la piel, les extirpamos glándulas, les obligamos a ingerir sustancias tóxicas, les provocarmos parálisis, les sometemos a radiaciones, a temperaturas extremas... La lista de experimentos a los que son sometidos no tiene fin, constantemente surgen nuevas sustancias que serán testadas en sus cuerpos, nuevas combinaciones de variables cuyos efectos desean comprobarse sobre ellos/as, nuevas técnicas e hipótesis a demostrar… De todos estos experimentos, aquellos considerados más triviales (testeo de sustancias para cosméticos, experimentos militares…) suelen ser el principal objetivo de las críticas. En cambio los experimentos de tipo biomédico no suelen ser igualmente cuestionados dados los beneficios que pueden reportar para los animales humanos. Sin embargo, toda forma de experimentación con animales (no-voluntarios) se basa en un presupuesto injusto: la no consideración igualitaria de los intereses de los animales no-humanos implicados.

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